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V Domingo de Cuaresma Ciclo B

SOLO EL GRANO CUANDO MUERE | Jn 12,20-33

    Por naturaleza, el ser humano tiene la inclinación casi instintiva de preservar la propia vida, pero hay también quienes están dispuestos a perderla por sus convicciones. Entre estos últimos, conviene distinguir aquellos que buscan deliberadamente la muerte a causa de sus convicciones (por ejemplo, aquellos para quienes su inmolación es el precio de una recompensa posterior en la otra vida, como es el caso de los fanáticos religiosos) y aquellos que no la buscan, los que no desean morir por sus convicciones, pero que aceptan la muerte consecunetemente aunque con dolor pero también con la esperanza de que no será en vano. Cuando la muerte no es buscada pero sí aceptada y es una consecuencia de la fe en Jesús de la víctima, las victimas son llamadas mártires, "testigos" de la fe. Son aquellos que han creído que la muerte no tiene la última palabra sobre su vida, sino Dios. De esto es primicia Jesús con su muerte y resurrección.


    Los cristianos creemos que el martirio es una gracia que no se debe buscar, pero que algunos la encuentran debido al modo como han vivido al estilo de Jesús, por ser consecuentes con su fe, por sembrar la semilla del Reino y buscar la paz y la justicia. El martirio, lejos de enfriar la fe, aviva el corazón de los creyentes Y da valor para que los hermanos que quedan sean nuevos testigos de la fe. Ya decía Tertuliano que "la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos". 


   Los primeros mártires de la Iglesia tienen, sin duda, un valor especial para el resto de la comunidad de creyentes, pues, nuestra fe no se funda en la especulación de algún sabio ilustrado, sino en el testimonio de ellos que, amando la propia vida, amaron mas al dador se la vida y dieron testimonio de lo que habían visto y oído por ellos mismos (Hechos 4,13-21). Nuestra  fe en Jesús se funda en el acontecimiento de su muerte y resurrección (1 Cor 15,14), pero sólo podemos creer lo ocurrido mediante el testimonio de esos testigos. Es por eso que nuestra fe es apostólica, es decir, creemos porque hubo quienes, habiendo visto y oído lo que el Señor les mostró y dijo, anunciaron su Palabra hasta dar la vida por el Señor.


  Según el Papa Francisco, paradógicamente "hay más cristianos perseguidos hoy que en los primeros siglos"  y no debe extrañarnos que en años venideros la gracia del martirio pueda tocar nuestra puerta más de cerca de lo pensado como consecuencia de la proliferación de fundamentalistas religiosos no-cristianos cuya tasa de natalidad es superior en continentes culturalmente cristianos como Europa. El martirio es propio de la Iglesia desde sus orígenes y vivir pensando que el seguimiento de Jesús no debe implicar la persecución y quizás hasta la muerte, es negar la historia e identidad misma del discipulado. Quien proclama el Reino de Dios y se pone del lado de los débiles, siempre tendrá enemigos y detractores. 


    Hay tambien otras "pequeñas muertes" a las que estamos llamados día a día en nuestra vida de fe: La muerte a nuestros propios egoísmos, a nuestro pecado. El morir un poco a nosotros mismos en favor de hacer el bien a los demás. En un mundo que pregona el bienestar como fin último y como fórmula de la felicidad, el evangelio nos enseña que la felicidad no está en tener buenas cosas, sino en tener buenas relaciones. No se trata de obtener mas bienes, sino de hacer mas el bien, lo cual implica renuncia, sacrificio, privación, esfuerzo, perdón, humildad, austeridad, solidaridad, oración... tantas palabras que hoy  se tintan de negativas, pero que sólo mediante ellas se alcanza la vida verdadera. La pauta nos la da el mismo Señor: "El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor" (Jn 12,26) . Es el mismo Jesús que dijo: "El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12.30) o  "Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer" (Jn 15, 5). Jesús es el modelo de vida según el querer de Dios, es el modo de ser persona, es el modo de relacionarse con Dios con los demás y con la creación que nos dignifica y nos lleva a vivir como verdaderos hijos del Padre.


    En definitiva, la llamada a entregar la vida, no es una llamada derrotista, sino el camino a la verdadera felicidad. Solo el que ama encuentra la felicidad. y amar no se reduce a un sentimiento. El amor para los cristianos es fundamentalmente la elección de procurar el bien del otro, es aprender a dar,  aprender a encontrar gozo en el bien de la persona amada.  Tantos matrimonios, por ejemplo, se acaban porque "se acabó el amor"... cuando lo que significa en realidad es que una o ambas partes decidieron no seguir procurando el bien del otro.. En la relación de pareja  el enamoramiento puede ir y venir, pero la opción, el compromiso no pasan para el que tiene fe. En la vida eclesial pasa algo parecido... muchos se vinculan a un grupo religioso mientras está viva la efervescencia de una experiencia espirtual y luego, al faltar compromiso, esa gracia se pierde... Por eso es necesario dar pasos hacia la liberación personal, pues el seguimiento del Señor no es posible sin dar pasos de renuncia por mas pequeños que éstos sean. Los apegos y egoísmos son, en este sentido, como el grano de trigo que queda solo, nos centran de modo tan mezquino en nuestro propios intereses que no nos dejan dar vida a nuestro alrededor. Nuestra vida es limitada, pero solo si nos donamos, otros podrán recoger los frutos de nuestro sacrificio.


    Por eso, quien crea que está aprovechando su vida, ¡cuidado...! No sea que la esté perdiendo. Confróntate ante la persona de Jesús, sobre todo, ante Jesús crucificado y pregúntate qué tan cerca están tus opciones de las suyas. Pregúntate a qué consecuencias te están llevando tus opciones y si estás dispuesto a asumir el desenlace de  una vida al servicio del reino de Dios. Pues de nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si al fin de cuentas pierde su vida vaciándola de sentido. Luego, nadie podrá dar nada para salvarla. (Mt 16,26)


SOLO EL GRANO CUANDO MUERE

Música y letra: Javier Brú

Hace pocos días entraba con ramos

de todos los pueblos quieren escucharlo

Felipe y Andrés le dicen: “Quieren verte”

responde Jesús con angustia evidente:

“Es hora que el Hijo sea glorificado,

pero, igual que al grano de trigo sucede,

sólo cuando cae en la tierra y se muere,

revive y da fruto pues sino se pierde.

Quien  se aferra a su vida al fin la pierde

pero vivirá quien amando la entregue

el que me quiera seguir deberá estar junto a mí

pues da fruto solo el grano cuando muere

En este momento se turba mi alma      

porque la traición y el dolor por mi aguardan    

No pediré al Padre que aparte esta copa

pues a esto he venido: a su nombre dar gloria”.

Entonces del cielo una voz les decía:

“La gloria le espera” y Jesús proseguía:

“Es tiempo del juicio y el mal será echado

y atraeré a todos al ser levantado”.

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